El sonido de los motores de los helicópteros sobrevolando el incendio te envuelve y ensordece, sus aspas mantienen un ritmo constante, las descargas de agua y retardante del Ten Tanker y el Aero Tanker mantienen a la comunidad mirando el cielo con una cuota de esperanza: desde arriba vendrá la ayuda para extinguir el incendio de Santa Ana.
Lo que se desconoce es que los incendios se combaten en tierra y que los recursos aéreos son un complemento a la tarea, sin embargo, es importante sobrevolar el sitio para realizar una adecuada planificación y evaluar las acciones a seguir. Esto muy bien lo sabe Claudio Torres, con más de 20 años combatiendo incendios en CONAF, es el jefe de la Brigada Helitransportada 312. “Cuando sobrevolé el incendio vi múltiples focos y te surgen varias preguntas ¿qué son?, ¿son pavesas?, ¿intencional? y ¿qué hacemos? (..) cuando uno ve esto dice, en un par de días va a llegar a sectores poblados”.
Para hacer frente al incendio que avanza por los cerros, quebradas y comprometiendo a la población, comienzan a prepararse las brigadas terrestres. Una de las brigadistas que se enfrentó al fuego en Santa Ana fue Marcela Arriagada, de la Brigada Femenina de Escuadrón 306, que decidió sacarse el traje de secretaria bilingüe, traje que ocupó por más de 20 años y se puso el casco y las botas de brigadista de CONAF. “El jefe de brigada, Roberto Ortega, nos dijo vamos a ir a un incendio gigante, necesito que se cuiden, la vida de ustedes es lo más importante, vamos a vivir cosas que antes no han visto, animales quemados, gente gritando que a lo mejor quedó atrapada en el fuego, vamos a ver casas incendiándose”.
Pero antes de que ambas historias se unieran en el incendio, en el 2003 mientras Marcela aun no pensaba en integrar CONAF y trabajaba de secretaria, Claudio tuvo que sufrir una de las perdidas más dolorosas que ha vivido como combatiente. Estaba de radio operador de la Brigada 301 en un incendio que se había desatado en la zona de Guarilihue en Coelemu. Haciendo líneas de combate de incendio se encontraban cuatro de sus compañeros que, de un momento a otro, les afectó un cambio de viento, cerrándose las vías de escape y quedando atrapados en las llamas. Murieron dos combatientes, el jefe de cuadrilla y el jefe de Brigada de la 301. “Fui uno de los ocho que sobrevivió”, relata.
Han pasado 20 años, Claudio ahora es el jefe de la Brigada Helitransportada 312 de la base de brigada de Punta de Parra que lleva por nombre Miguel Ángel Bustos Hernández, jefe de brigada y mártir que falleció en aquel incendio del 1 de marzo del 2003.
Detrás del brigadista
Claudio tiene 41 años, ingresó a la institución cuando tenía 18 años. CONAF fue al primer lugar que postuló cuando cumplió la mayoría de edad, esperaba ese momento ya que en su niñez un incendio marcó su vida y el de su familia. “Vi como un incendio forestal consumió todo nuestro campo en un sector de la comuna de Florida, recuerdo que unas brigadas vinieron a trabajar y me dije algún día voy a intentar entrar ahí y fue que un día escuchando la radio me entero de que CONAF necesitaba personas para postularse, lo hice y quedé”.
En virtud de su experiencia y roles que ha desempeñado desde combatiente, motosierrista, jefe de cuadrilla, entre otros, es enfático en comentar que esta temporada fue “peor que el 2017, El Cortijo y Santa Ana, la magnitud de este y sin la capacidad de control (…) se va a quemar todo el cordón, avisé que no hay posibilidad de control, en primera instancia no estaba cercano a viviendas pero a medida que pasaron los días se fue acercando a los poblados, era complejo por el viento puelche, las pendientes y que el fuego sobrepasaba caminos”.
Claudio no es el único que viene de una comuna rural, también lo es su compañero Rodolfo Soto de la Brigada 301, él se crío en San Ignacio en Ñuble y esta es su primera temporada como brigadista en CONAF, entidad en donde dice sentirse orgulloso de sus raíces. “Me considero un campesino, me gusta todo lo relacionado con la naturaleza, con el agua, cuando chico salía a cultivar, cosechar y a interactuar con los animales”.
Eso sí, entre risas, confiesa que en un comienzo existía sentimientos encontrados en su familia, su mamá no apoyaba la idea de que ingresara a la corporación, mientras que su pareja estaba de acuerdo. “Me enteré de que CONAF necesitaba gente por medio de un primo que trabaja acá como chofer, mi mamá no estaba contenta de que me metiera porque decía que era peligroso, por el otro lado, mi pareja me dijo que me apoyaba y que entrara”.
Pisar el territorio donde hay un incendio nunca es fácil, Roberto expresa que se comienza a recordar a los seres queridos mientras se adentra entre matorrales, arboles, pastizales, ramas cortadas, calor intenso e intentando abrir camino con las herramientas para generar líneas, esto es lo que le pasó a Rodolfo, en especial al entrar a Santa Ana. “Pienso en mi hijo de dos años cuando estoy combatiendo, podría pasar que crezca sin padre, pero es parte de los riesgos, uno debe cuidarse y estar atento”.
También para Claudio la familia es importante, sentir su apoyo es primordial y él lo siente bien de cerca ya que dos de sus hermanos combaten incendios en la institución y para esta temporada se sumó su hija de 22 años que participó en el incendio de Santa Ana. “Mi hija mayor, Belén, trabaja en incendios en la Base Femenina de Escuadrón, tiene incorporado los riesgos y quería saber cómo era, vio lo que yo veía hace mucho tiempo, animales y casas quemadas (…) mi hija de 17 años y mi esposa siempre están preocupadas de cómo estamos”.
Pero Belén no es la única que está viviendo su primera temporada en la Brigada Femenina de Escuadrón, también lo hace Marcela de 54 años, que con su fortaleza y disposición ingresó a combatir la emergencia de Santa Ana, ella sabe que en ese momento debe agudizar sus sentidos, y que estará rodeada de estímulos externos como sirenas, la desesperación de población, las máquinas operando, los diferentes ruidos y la poca visibilidad por el humo. “Llegas al incendio que es una cosa enorme, ahí tienes que ocupar todos tus conocimientos, demostrar valentía, coraje, pero nunca sin el respeto al fuego (…) vi conejitos quemados, caballos que corren con la cola quemada, es un trabajo que te da un dolor inmenso”.
Se incorporó el 21 noviembre del año pasado a CONAF luego de rendir los exámenes físicos y psicológicos que exige Conaf, pero antes de que eso sucediera le comunicó a su hijo su decisión y también tuvo que despedirse de su compañero de vida que partió producto de diversas complicaciones de salud. “Estuve casada con mi marido 20 años, quedé viuda hace dos, en pandemia lo desahuciaron, falleció en su casa, en su cama” cuenta mientas recuerda sus últimos viajes.
En 2012 dejó su puesto de secretaria y los paradigmas sociales para conectarse con ella, buscar algo que le apasionara y fortaleciera su vida al aire libre. “Dejé de trabajar, empezamos una vida diferente, nos hicimos una casa rodante, mi marido jubilado, vivimos 4 años así, recorrimos todo Sudamérica hasta México, con dos venidas a Chile”.
Luego de eso y que quedara viuda, Marcela decidió mudarse de Santiago a Santa Juana para vivir con su papá. Se puso a trabajar de temporera recolectando arándanos y avellanas europeas, pese que le agradaba el empleo, necesita algo más con la naturaleza, es ahí cuando una compañera le dice que abrieron unas postulaciones en CONAF. “La Omil de Santa Juana estaba buscando brigadistas, así que partí para allá pero antes googlee información sobre CONAF para saber dónde me estoy metiendo (…) cuando llegué a dar las pruebas dije aquí no voy a quedar, habían cabras de 20 ó 30 años, yo era la mayor por lejos, pero siempre hice deportes por lo que en los exámenes me fue espectacular”.
Cuenta que el “Alfa” (nombre que se la da al jefe de brigada) las hace sentir en familia y en casa, cuidando su integridad y salud, labor que se realiza junto a “Bravo”, la segunda persona al mando de la brigada en este caso, Belén Santibáñez. “Nosotras cuando nos vamos a la base no decimos nos vamos a la base, decimos nos vamos a la casa, llegar a la base es llegar a la casa”.
La Brigada Femenina de Escuadrón 306 la integran 12 mujeres y dos hombres, siendo un grupo unido donde “se genera un vínculo importante, son las personas que en algún minuto te pueden salvar la vida, un sentido de protección, somos todos un equipo, no existen diferencias, cada una apoya a la otra, nos vamos ayudando, somos una familia”, menciona la combatiente que también cumple funciones de relevo de motobombista.
Esto se deja de manifiesto ya que las brigadas funcionan en sentido de turnos, los y las brigadistas están 10 días en la brigada y cuatro en sus casas, empiezan su jornada a las 7 de la mañana y entre 8 a 8.30 toman desayuno para luego estar en “stand by” para recibir indicaciones. Esto nos cuenta Rodolfo que también es brigadista de primeros auxilios. “Esperamos que nos comuniquen qué haremos, cuándo nos dirigiremos a un incendio, si es una liquidación de incendio y si está bajo el fuego, podemos volver a almorzar y sino nos quedamos y nos alimentamos con las raciones que llevamos al combate”.
En el combate de los distintos incendios en la zona centro sur del país participó la ayuda internacional, esta se hizo presente por medio de su equipo técnico y brigadistas provenientes de España, México, Venezuela, Argentina y Portugal. Hasta la fecha el incendio Santa Ana ha consumido 73 mil 558 hectáreas, siendo el segundo incendio más grande desde que se tiene registros, después del incendio de Las Máquinas en 2017.
La corresponsabilidad, la cultura y el autocuidado
Hoy, estamos viviendo incendios de sexta generación lo que significa que pueden durar semanas, esto fomentando por el cambio climático, la baja humedad, velocidad de viento y material combustible como matorrales, pastizales, plantaciones que, a veces, no tienen una mantención debida. “Nuestro trabajo de educación se realiza antes de que inicien los incendios forestales, se hace una evaluación en invierno de sectores críticos y potencial amenazas, se realiza un trabajo de silvicultura preventiva con maquinarias y personal, pero esto tiene que ser más allá, si veo que mi casa está cerca de matorrales debo cuidar mi hogar, parte por uno”, enfatiza Claudio.
El jefe de la Brigada Helitransportada 312, también, resalta la importancia del trabajo en equipo, la confianza en el resto de los compañeros y la unidad como base para una buena labor “esto pasa a ser como una familia, cada brigada es como una familia, ayudarnos y cuidarnos entre nosotros, somos bien unidos, daría la vida por un brigadista, no quiero que nada les pase”.
Rodolfo Soto, brigadista de la Brigada 301, concuerda con Claudio, pese a llevar algunos meses en la institución, ve que hay unidad en los equipos y que algunos vecinos tienen cultura del fuego, sin embargo, cree que falta mayor consciencia. “Este es un trabajo noble, la gente te agradece y trata de ayudar en lo que puedan, hay comunidades que son súper organizadas que están con sus herramientas esperando (…) también hay una falta educación. Nosotros conversamos con un vecino y le preguntamos si tenía herramientas para realizar limpieza y nos dijo que sí, pero no lo hacía y su patio estaba con pastizales altos y secos, o sea combustible, considerando que su casa era de madera”.
Por lo mismo, la prevención de los incendios es una responsabilidad de todas las personas y eso lo observa el jefe de brigada tanto en la comunidad que quiere prepararse de manera adecuada como las instituciones que trabajan en conjunto para detener las emergencias y resguardar a la población. “La comunidad muy agradecida, ha valorado bastante nuestro trabajo, yo creo que todos los brigadistas hacen una gran labor no solo los de CONAF, todos somos un aporte para poder contener esta emergencia, se trabajó en conjunto para contener los incendios, entre ellos Santa Ana”.