Visibilizar y potenciar el rol de las mujeres indígenas en la sociedad y su estrecha relación que poseen con los recursos vegetacionales, cuyo vínculo y sabiduría se ha mantenido a pesar de las adversidades económicas, sociales, políticas y culturales, es el desafío que durante este año se impuso CONAF en dicho ámbito de su quehacer institucional, al conmemorar un nuevo Día Internacional de la Mujer Indígena, el pasado 5 de septiembre.
En tal plano, los acuerdos internacionales suscritos por Chile, así como las indicaciones realizadas por organismos internacionales (como las Naciones Unidas) a los gobiernos, sobre todo en el contexto de pandemia que vivimos, es que se deben realizar los mayores esfuerzos posibles para ayudar a superar la situación de desigualdad social y política que sufren las mujeres indígenas actualmente.
La efeméride fue establecida en 1983, en el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América en Tiwanaku (Bolivia) para honrar a Bartolina Sisa, lideresa aymara, quien fue cruelmente asesinada por las fuerzas realistas españolas en dicha fecha de 1782 en La Paz, Bolivia, al oponerse a los conquistadores. Por tal motivo, se rinden honores y se releva a todas mujeres pertenecientes a los pueblos originarios del mundo para visibilizar su realidad y colocarlas como ejemplos de lucha por la vida, los pueblos y la defensa de los territorios.
De acuerdo a la cosmovisión de los pueblos indígenas en Chile, en general, las mujeres cumplen un rol fundamental como sostenedoras y dadoras de vida, siendo además, las interlocutoras entre el cielo y la tierra y tienen el don de ser fértiles en espiritualidad y en conocimiento. Son las portadoras de la herencia cultural de su pueblo, enseñan la lengua tradicional, transmiten el valor de la tierra y la naturaleza, la vida en comunidad, y la continuación de las tradiciones. Sin embargo, el papel esencial que juegan los pueblos indígenas, y en especial de las mujeres indígenas, sigue siendo un aspecto invisibilizado o directamente negado a pesar de las evidencias sobre ello.
En el mundo occidental, las mujeres indígenas han sido discriminadas por ser mujeres, indígenas y, en la gran mayoría de los casos, también por ser pobres, pese a esto, siguen adelante en la construcción del país mestizo y en la participación en la vida nacional con su valioso legado histórico, cultural y social. Para el Observatorio de Mujeres y Territorios de Rimisp y la CASEN 2015, las mujeres indígenas representan el 51 % de la población indígena de Chile, lo que se traduce a más de un millón de mujeres que se reconocen pertenecer a los nueve pueblos indígenas reconocidos por la ley chilena (Mapuche, Aymara, Rapa Nui, Lickanantay, Quechua, Colla, Diaguita, Kawésqar y Yagán).
El liderazgo es otra de las características incuestionables que poseen las mujeres indígenas. Las dirigentas y lideresas, en general, muestran confianza y convicción tanto para la negociación como para guiar y dirigir procesos sociales en favor de los suyos. Asimismo, desempeñan un papel importante en la conservación y mantenimiento de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, a través de la conservación de las semillas, la recuperación de prácticas agroecológicas para garantizar la soberanía y seguridad alimentaria y la trasmisión de los conocimientos a la comunidad.
El Convenio 169 de la OIT es explícito cuando estipula que los gobiernos tendrán en cuenta la especial relación que existe entre pueblos indígenas y sus territorios, que a diferencia de lo que ocurre con las sociedades occidentales en que el vínculo está explicado por el valor comercial o de mercado, las tierras y territorios indígenas tienen una gran significación comunitaria, porque son fuente de sustento, de identidad colectiva y están asociados a valores espirituales trascendentes, significación cuya transferencia, está en manos de las mujeres.